sábado, 1 de marzo de 2008

El Pobre Elegante

Todo estaba iluminado. Luces de colores, sonidos electronicos algo repetitivos, música de ambiente. Si ibas con la compañia adecuada y con la clase adecuada, podias colocarte muy bien desde el principio.

Ya estaba preparado. La mujer, el coche, el traje y el temperamento de los de la clase social alta, capaces de derrochar todo el dinero que quisieran en una noche donde el dinero era lo que menos importaba, pero lo que más abundaba. Iba ha hacer que por un momento, vieran cuán frágiles eran. Eso sí, cuando yo ya me hubiera ido, para aprovechar mejor ese dinero.

Llevaba meses planeando cómo burlar todo. Los guardias, los sistemas de seguridad, las camaras de vigilancia. No fue fácil, pero simplemente era ponerse. Con esfuerzo y algunas herramientas se podía conseguir. Ahora lo más dificil, era actuar. Centrarse entre los gritos de la gente suplicante de otra apuesta. De muchachas pendientes de que un golpe de suerte pudiera hacer que se amarrasen al brazo de un desconocido, borracho de gloria o de toda la gente que, después de que tiraras los dados intentaba ser simpatica contigo. Burlar el sistema era fácil. Burlar al mundo entero que se había creado allí, era difícil.

Y con toda la elegancia que podía fingir, bajé de la limusina y despúes de embilletar al muchacho pendiente de los coches avanzé por la puerta grande, al brazo de la mujer más atractiva de todo el Casino. Miraba a todo el mundo despectiva, aunque siempre sonriente. Saludaba a todo el mundo, gente que no había visto en mi vida, y estos me respondian con una hipócrita sonrisa. Que se quedaran con mi cara, eso siempre me ayudaría.

Pues los magnates no roban. Sólo roban los muertos de hambre con dos dedos de frente para burlar el sistema. Para quebrarlo y replantear la vana seguridad de este pequeño submundo. Pronto, por culpa de algun pobre desgraciado, las luces se apagarían, el griterío de la gente cesaría y la música se silenciaria para siempre.

Despúes de pasear por las mesas, me centré en el juego de cartas de apuestas. Era fácil. Sólo había que usar en el momento preciso la distracción precisa para poder cambiar las cartas. Todo había que hacerlo de manera precisa.

Tras hacer unos cuantos comentarios crueles sobre la clase obrera, me comentan si me interesa hechar una partida. Con la mejor de mis sonrisas les digo que nada me apeteceria más y me siento. Pobres ilusos, aún no sabe cuanto han perdido. Saco el maletín y apuesto fuerte, muy fuerte. Miradas de rencor, odio y desprecio se mezclan con falsas adulaciones y admiraciones. En el curso del juego, se van molestando cada vez menos en tapar sus verdaderos sentimientos hacia mí. Poco a poco, los voy desplumando, hasta que se levantan de la mesa, indignados. Mi cara no muestra signo alguno, pero en aquel momento, un muerto de hambre con dos dedos de frente, había sonreido bajo su traje de lujo.

Mesa por mesa, ganando más y más. Algunos se hecharon a llorar. Otros intentaron montar bronca, y pronto fueron apartados por el deficiente sistema de seguridad. Al terminar, me levanté de la última de las mesas, demientras que todo el mundo me observaba. Pero nadie se atrevió a decirme palabra alguna.


Y después del casino, ya no hay limusina, no hay ninguna mujer enlazada a mi brazo ni falsos amigos que me acompañen. Ahora, sólo quedaba el motón de billetes que llevaba en el maletín. Empiezo a andar por las calles en que me crié, cuando un pobre desgraciado, aparece ante mí.

Le miro. Me mira y después mira el maletín. No hacian falta palabras, solo el cuchillo que llevaba bastaba para saber que queria. Simplemente era el maletín o la vida. Sin vida no me servía de nada el maletín. Sin maletín no me servía de nada la vida.

Putas paradojas del mundo...

Y ahí se acaba mi historia. ¿Que qué hice? Qué mas dá... ¿Qué pasó? Eso es irrelevante. ¿Qué me ocurrió? ... Nada que no tuviera que pasar. Simplemente, le dí un perfecto doble salto mortal a mi vida, y acabé tropezandome con una piedra pocos pasos más adelante, para acabar rompiendome la crisma contra el suelo.

Para la historia, quién murió fue uno de los magnates con más suerte que se ha visto pasar por la Puerta de las Luces. Para el resto, un simple afortunado más. Y para el suelo, un pobre desgraciado, un muerto de hambre con dos dedos de frente para burlar el sistema.

viernes, 29 de febrero de 2008

Cuatro cigarillos y un coñac

No sé hacer poesía
simplemente, me siento incapaz
de escribir palabras vacías
que nadie quiere escuchar

Tan sólo poetas de mierda
incapaces de aceptar
que el pobre siempre pierda
que siempre ganarán los demás

Que tirado en el suelo
viendo la Luna brillar
no se consigue el dinero
para comprar la felicidad

Que ni con 10.000 de mis mejores versos
me daría para empezar
sólo para comprar sueños
de esos, que no se cumplirán

Que acabaré hipotecando mi vida
en la cuenta de algun bar
apostando sonrisas perdidas
por cuatro cigarrillos y un coñac

Y cuando ya halla perdido todo
y sea la hora de pagar
apretaré el gatillo hasta el fondo
y ya nadie, me podrá comprar.

Sólo queria vivir, vivir libre hasta el final...

martes, 26 de febrero de 2008

El Relato de Mi Vida

Hoy he escrito algo que sólo dos personas han leido. Sólo dos, nada más. Quizás fuese el mejor de mis relatos, que me otorgara un hueco en la historia como escritor. O por lo menos, un hueco en la época actual que me sustentara para poder vivir.

Algunos me preguntaron el porqué se lo escribí, pero no encontré respuesta en aquel instante. Simplemente, estabamos mal, todos en general, pero una de ellas en particular. No se me da bien animar a la gente, nunca consigo tal efecto. Mi única manera de decir que me preocupo por alguien, es escribiendo...

¿Por qué escribiendo? Quizás esa respuesta, estuviera en ese mismo relato que nadie más leera. Un relato que sin duda, no marcará la historia. Pero entended, que mis relatos no están hechos para marcar la historia, ni al mundo, ni a nada.

Están hechos simplemente, para mostrar un mundo que a nadie interesa, pero que a todos fascina.