Mirame...
Hoy no hay medias sonrisas que enmascaren las lágrimas de los deseos que no hemos podido cumplir. Hoy estamos aquí, y nadie nos puede arrebatar este momento. Nadie nos puede arrancar una sonrisa por cada palabra, cada frase, cada verso...
Quiero que muera el silencio, que tu voz resuene entre la habitación, que el tiempo marque el compás de tu ténue melodía. La canción del alma, la sinfonía de los sentimientos, el arpegio de las desgracias, la balada del despertador.
Y después del resonar de la última nota negra, dejaremos en un montoncito todas esas cosas que siempre llevamos puestas. Dejémonos de días de careto y disfraz. Olvidemonos de actuar e improvisar al ritmo frenético del querer de un público que nunca nos aplaude. Hoy estamos tú y yo en el escenario, cariño...
Sólos tú y yo.
P.D: pa' Dulcamara, la única muchachita que ha conseguido dejarme sin palabras con una maquina de escribir sin tinta.
viernes, 13 de febrero de 2009
domingo, 8 de febrero de 2009
Algo más de lo normal
El cielo estaba despejado como en los últimos cinco días, pero la melodía del viento me hacía intuir que algo nuevo sucedía. Algo traía aquel nuevo día, algo maravilloso e impredecible, algo sublime y misterioso, algo que por lo que merecía la pena el día de hoy.
Seguía caminando nuevamente, intrigado por la noticia de algo nuevo y fantastico, algo nunca visto, algo que aún no tenía nombre pero que sería recordado cada día de los siguientes a este. Sería el día que nadie olvidaría, que no moriría tras el peso de las semanas, los meses, los años. Él seguiría en el corazón de todo aquel que lo viera, todo aquel que se atreviera a cambiar el duro seguir de un día por una nueva ruta hacía un brillante Sol partido.
El tiempo sigue pasando y dejo que el aire sea quién me guie, quién me empuje cuando mi cuerpo se agota y la pereza empieza a supurar. Es el viento el que me ayuda a continuar, por que él no es un viento normal. Es el viento de lo nuevo, de lo desconocido, es el viento que nunca muere y que acompaña a todo aquel que quiere simplemente, saber el qué lo impulsa. El qué podría ser tan importante como para que el mismísimo viento impulsara a todo corazón hambriento de sueños, a camino sin tregua por senda sin pisar.
Y cuando el viento ya sólo es una mera brisa, como la idea de llegar más aprisa que el mismo Sol, es cuando las nubes empiezan a tapar el cielo y sólo dejan que un pequeño resquicio ilumine el batir de las alas más humildes de toda la Creación.
La frágil mariposa se balanceaba a mi alrededor y mientras danzaba, me mostraba la más bella de las miradas. Esa oculta para todo aquel que se pose a mirarla, pues sólo verá la misma imagen demacrada que se encuentra cada mañana en el espejo.
Esos ojos sentían miedo... pero a la vez, demostraban lo cierto que es su deseo de volar. El deseo de intentarlo, una vez más.
Seguía caminando nuevamente, intrigado por la noticia de algo nuevo y fantastico, algo nunca visto, algo que aún no tenía nombre pero que sería recordado cada día de los siguientes a este. Sería el día que nadie olvidaría, que no moriría tras el peso de las semanas, los meses, los años. Él seguiría en el corazón de todo aquel que lo viera, todo aquel que se atreviera a cambiar el duro seguir de un día por una nueva ruta hacía un brillante Sol partido.
El tiempo sigue pasando y dejo que el aire sea quién me guie, quién me empuje cuando mi cuerpo se agota y la pereza empieza a supurar. Es el viento el que me ayuda a continuar, por que él no es un viento normal. Es el viento de lo nuevo, de lo desconocido, es el viento que nunca muere y que acompaña a todo aquel que quiere simplemente, saber el qué lo impulsa. El qué podría ser tan importante como para que el mismísimo viento impulsara a todo corazón hambriento de sueños, a camino sin tregua por senda sin pisar.
Y cuando el viento ya sólo es una mera brisa, como la idea de llegar más aprisa que el mismo Sol, es cuando las nubes empiezan a tapar el cielo y sólo dejan que un pequeño resquicio ilumine el batir de las alas más humildes de toda la Creación.
La frágil mariposa se balanceaba a mi alrededor y mientras danzaba, me mostraba la más bella de las miradas. Esa oculta para todo aquel que se pose a mirarla, pues sólo verá la misma imagen demacrada que se encuentra cada mañana en el espejo.
Esos ojos sentían miedo... pero a la vez, demostraban lo cierto que es su deseo de volar. El deseo de intentarlo, una vez más.
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