sábado, 22 de marzo de 2008

El Futuro más Prometedor

El Camino Brillante ya había quedado muy atrás.

Ya estaban lejos. Las despedidas siempre eran oscuras, por muchos nombres que le pusieran a los caminos por donde despedirse. Camino brillante para despedidas oscuras. Camino oscuro para bienvenidas brillantes.

Mientras caminamos por los maltrechos senderos, el Sol se va oscurenciendo. El viento ya es viento de tormenta. Las nubes se oscurecen a la par que'l Sol y la gente, empieza a dejar de hablar entre sí, de mirar el horizonte, de llorar... Pero ella aún miraba el horizonte. Aún caminaba con fuerza. Todo lo que le quedaba, estaba detrás del horizonte.

-Debes abrigarte más, dentro de poco lloverá - derepente apareció Sella y la abrigó con una manta de lana gruesa y basta. Empezó a tener escalofríos al sentir el calor extranjero.
-Hay aire de tormenta. Y los pajaros vuelan azorados...-dije, sin dejar de mirar el horizonte. Sella la miró y luego miró al horizonte.
-No caminarás mas rápido por mirarlo más. La gente está triste, cansada y desmoralizada. Los viejos necesitan la sonrisa y seguridad de los jovenes para continuar. No es un camino demasiado largo, pero es un camino peligroso. Por aquí se llevaban todas las transacciones de comercio entre nuestra ciudad y la vecina. Suele haber bandidos que intentar asaltar los caromatos de vienes en pos de alguna moneda para pagarse una comida, un techo en el que dormir y alguien que le caliente las sabanas.
-¿Cómo podria sonreir? Dejamos todo y a todos aquellos que amamos a nuestra espalda. A su suerte... simplemente para mejorar la nuestra. Podemos luchar.
-Podemos luchar. Y morir. Pero ellos pueden luchar, morir y proteger a la gente que quieren. La espada fue forjada por el demonio en lo más oscuro del infierno y otorgada a los humanos para obtener poder y gloria. Pero fue Dios quien nos hizo ver que una espada es de doble filo y que un filo sirve para cortar, pero el otro quizá pueda ayudar, protejer las cosas que amas.
-Yo quiero protejerle a él...
-De él mismo. Igual que todos los demás, han aceptado un destino aciago, una muerte dolorosa a manos de quienes han quebrado su vida. Si no tienen nada que apostar, no tienen nada que perder. Todo lo que les importa está a sus espaldas, y serán sus espadas las que eviten perder todo lo que les importa.

La miro... la entiendo, sé que lleva razón, que es cierto lo que dice. Pero en el fondo de mi corazón, aún siento esto como una traición hacia él... Ya no volvería a ver aquellos ojos claros mirandola por las mañanas. No lo volvería a sentir dentro de ella. No volvería a sentir su olor en la cama, cuando ya se había ido. No volvería... simplemente, no volvería.

Y con el paso del tiempo, llegamos a aquella ciudad, a aquel futuro prometedor, lo único que me quedaba ya. Una sonrisa cruzó nuestras caras. Amanecía, y delante de nosotros aparecía una vida mejor. Empezamos a caminar más rápido, mas ilusionados. Los niños corrían, los ancianos hablaban entre sí y ya nadie miraba el horizonte. Ahora no importaba el horizonte, nuestro futuro lo teniamos a unos cuantos pares de pies de distancia.

Pero aquellos gritos de jubilos no tardan en cortarse. La sonrisa se desvanece de nuestros rostros. Todos miran incrédulos hacia arriba. Por un momento, quise no mirar... simplemente seguir andando y llamar a la gigantesca puerta de madera. Pero no, al final levanté la cabeza como todos y lo ví. Nunca podré olvidar aquel dragón dorado acompañado del rojo y el negro. Aquel estandarte que se erguía ante nosotros, impasible, rompiendo todos nuestros sueños. Todos y cada uno de los sueños.

Y se abren las puertas, donde aparece la guarnición. Empieza a arrinconarnos y a hablarnos, pero no podía dejar de mirar aquel estandarte. No podía. Colores diferentes. Emblema diferente. Sólo por eso nos iban a matar a todos. Banderas, emblemas, colores. No me importaba nada. Me daba igual llamarme Parmesí, Glorano o Terrano. Me daba igual todo.

Nos encenrraron. Nada más. Pasaba las noches mirando ese estandarte, en la punta de la Iglesia. Sólo podía seguir mirandolo, incapaz de hacer otra cosa. Y despues de tantas noches, finalmente me vendan los ojos, me sacan de la celda y me suben a una silla. Me rodean el cuello, ese que tan apasionadamente besaba hace algún tiempo quién ahora yacería amontonado junto con todos los demás.

-Tus últimas palabras Parmesí- dijo una voz grave a mi derecha.
-¿Mis últimas palabras? - me costaba hablar... estaba llorando. El final. Ese del que tanto hablaban, ese por el que uno ha luchado tanto para que fuera recordado. Ahora lo tenía enfrente. Sus últimas palabras, aquellas por las que todo el mundo la recordaría, o mejor dicho, nadie la recordaría. Sus última calada de aire... nunca supo tambien...- simplemente...

¡LIBERTAD!


jueves, 20 de marzo de 2008

Vestigios de un Futuro Aciego

Oigo el abrir de la puerta y el correr de las cortinas.

-¿Ya es la hora?- pregunté, aún con los ojos cerrados. Estaba cansado, con el cuerpo entumecido del escaso descanso, pero aún así, no tenía sueño.
-Ya se están preparando- me respondió, poco antes de salir de la oscura habitación.

Me levanté de manera torpe. Estaba agotado, como si una enorme presión recayera sobre mi. Sentía todo, pero no como siempre... me sentía de manera especial. Mis reflejos estaban intactos, mi cuerpo, totalmente preparado. Pero bastaba despistarse un momento para que hasta la mayor de las flechas se me resbalara entre los dedos.

Y así, comenzé a vestirme, como todos los días. Parecía aún que mi cuerpo no había asumido qué iba a pasar próximamente. En ese momento, todo parecía seguir el tranquilo curso de la rutina. Esa rutina que tanto odiaba...

Terminé de vestirme, tan sencillamente como siempre. Nada de armadura, yelmo o coraza. Una camisa y unos pantalones, un brazalete y un capa. La ropa de siempre para un día diferente. No necesitaba más.

Pero no, aquella vez tenía algo de especial. Urgué entre los cajones de lo mas hondo del viejo armario, para terminar sacando una antigua caja de madera maciza, pesada y polvorienta.

De repente, algo pasó por mi mente, en un momento duditativo. Busqué entre los pliegues de mi camisa con los dedos hasta encontrar la diminuta llave que pendía de mi cuerpo. Nunca había sabido el porqué la había llevado, pero no importaba demasiado.

Y tras el crujido de las visagras, simplemente lo saqué, me lo colgé al hombro y salí de la habitación. Esta vez, no hacía falta cerrarla, era la última noche que su cuerpo reposaría ahí... al menos con vida.

Era de noche. La luna brillaba con fuera, parecía expectante a la vez que tierna y misteriosa. Era una noche fría y el viento susurraba entre los árboles, rompiendo la falsa tranquilidad de aquella tierra. Los cuervos posaban pacientes en los árboles ante el inminente festín. Desde allí arriba, en la muralla, intento despejarme viendo como los hombres preparan los arcos, afilan las espadas y se movilizan a lo largo de ella.

Pero no me despejé hasta que sentí como me recogía con sus brazos detrás de mi. Podía sentir su dulce calor, agudizado por la fría noche. Me di la vuelta para ver esos ojos grises, la única de las razones por las que pasaba frío, sueño y cansancio en una noche como aquella.

-¿Es nuevo?- susurró al abrazarme.
-Vida dura, para gente dura...- susurré también. Me costaba hablar, me costaba mirarla, me costaba sentirla. Sentía tener la mente en otro sitio.
-Dicen que no va a quedar nada de la guarnición que proteje el castillo y el Camino Brillante. Que después de esta noche no quedará ningun hombre capaz de empuñar una espada que pueda llamarse Parmesí.

La miró nuevamente.

-Que bonita es...- pensó - ¿Por que te empeñas en querer preever el futuro? - sentía la voz frágil.
-Por que le presente se consume para dejar paso a un futuro incierto.-
-Mejor tener un futuro incierto por el que luchar que no un destino indeseado que no poder cambiar.
-¿Por qué no nos vamos entonces? Abandonad el castillo y huid con los ancianos y con los niños. Huid con nosotras. Mejor sería un futuro incierto por el que luchar todos y todas que un aciago destino por el que se enfrentan unos pocos.
-Unos pocos se enfrentarán a un aciago destino frente al resto, que se enfretará contra el futuro más esperanzador que vaya a haber jamás. Prefiero morir en una fría noche bajo la luz de la Luna que poneros en peligro- le acaricié suavemente la barriga. Estaba empezando a enfriarse ella también...

Y durante un momento de silencio, la besé, con todas las escasas fuerzas que me quedaban. Pero al final nos separamos. Nos separamos y ella se dió la vuelta mientras sus lágrimas volaban. Y se fue, hacia aquel futuro esperanzador donde yo no tenía cabida.

Y eché la vista atrás varias veces, con un amargo sabor en la boca. Nuestro último beso, nuestras últimas caricias, nuestras últimas palabras... Ya no, ya no importaba nada. El último fragmento de su ser, lo llevaba ella dentro de si. Lo que quedaba de él ya no era más que un arco y unas flechas.

-¿Ya te despediste?- preguntó mi hermano de armas, de batallas, de cicatrices y lágrimas, de esperanzas y sueños.
-Se acaban de marchar- dije suspirando.
-Entonces, esta ciudad ya está vacía. Lo único que queda de ella son algunos bloques de piedra, vigas de madera y banderas sin valor alguno.
-Ya sólo quedamos los Vestigios de un Futuro Aciego...

lunes, 17 de marzo de 2008

El Espejo del Mundo

"Me gustan las nubes por que... son lo mas bonito del mundo, sin formar parte de él"

Luci

Conversaciones con el Diablo

-Mientes

-Todo el mundo miente

-Eso es lo que dice todo el mundo para poder mentir

-Todo el mundo quiere mentiras

-Y exige verdades

-Todo el mundo dice estar ansioso de verdad, pero en su corazón quiere la mejor de las mentiras adulterada por una sonrisa y deslumbrada por el resplandor de un par de ojos. Todos decimos querer cosas, pero lo que queremos en verdad es luchar por conseguirlas, por que no luchar por conseguir las cosas es como no caminar para llegar allí, a donde nos esperan todos...