miércoles, 9 de enero de 2008

El Violinista Sonriente

En una ciudad, alguien, caminaba.

Estaba lloviendo, el día era gris, al igual que la ciudad. La gente se refugiaba en su paraguas, en si mismadas en llegar a donde tenían que ir. Yo era una de esas personas. Iba caminando apresurada por la calle. Y llegaba tarde.

Miraba una y otra vez el reloj, pero de nada servía ya. Lo único que podía hacer era seguir corriendo, bajo la lluvia, y esperar que no se notase mi ausencia. "Que mierda de consuelo... ¿tantos años intentando destacar, y ahora no van a notar mi ausencia? Anda, sigue corriendo, niña tonta."

Pero ni siquiera eso pudo hacer. En un descuido, resbaló y cayó. Mojada, sudorosa y cansada. Y ya era la hora. Era imposible. Y demientras se desesperaba, durante un momento nada más, oyó el ruido de los coches, tan agobiante como constante. A toda la gente caminando, sin siquiera preguntarle si necesitaba ayuda. Allí tirada, mojada, cansada y desesperada, allí entonces, pudo oirla.

En medio de la acera, entre todas las personas que caminaban, egoistas e impasibles, destacaba un hombre con un violín. No llevaba paraguas, ni abrigo, ni ninguna ropa de invierno. Nada más, que un sombrero, una vieja camisa y unos pantalones raidos. Iba descalzo.

Tocaba una melodía tranquila, sencilla, demientras que mecía el violín. No parecia importarle la lluvia, el frío, ni los empujones que algunos le daban al pasar. Sólo seguia tocando, impasible, y siempre sonriente.

Busqué en los bolsillos del abrigo, y encontre algunas monedas. Me acerque a hecharselas cuando, al verme, dio un paso atrás, he hizo una reverencia.

-Yo no toco por dinero. El mundo no me dió este don por dinero.

-¿Y que quieres entonces, violinista?

-Algo que todo el mundo me puede dar.

-Extraña petición.

-Mira a todos los que caminan por la acera. Hombres serios, formales y siempre ocupados. Ya no sueñan con nada, no aman, no viven. Todavia no han descubierto que ya están muertos. La mayoría son mercantes como tú, que se peleean por piezas únicas. Asi que dime, ¿cuanto vale algo único en este mundo?

-Supongo que mucho. ¿Acaso tu música es algo único?

-No. Todos somos únicos. El problema es que todas esas personas viven para sí. Yo me dí a los demás. Dí a todos algo único, que soy yo. Por eso, yo, no pido dinero. Pido algo único, que todos pueden dar.

-¿Y que es eso que pides, violinista?

-Una sonrisa.

domingo, 6 de enero de 2008

Carta a los Sueños Olvidados

Granada 6-2-07

"Sólo al soñar tenemos libertad..."

Pero cada vez que sueño, aparezco en la soledad de tu cama, pues sea de día o de noche, sueño contigo. Observarte como simplemente duermes, sueñas, y soñar junto a ti. Que nuestros sueños se enlacen, y cada segundo sea recordado por las frías almas en pena que nos observan desde la oscuridad de cada rincón.

Pero envío esta carta a ninguna parte, para confesar ante la fría soledad de mi habitación, que la pasión que sentí por aquella mujer, ya se ha desvanecido por mis venas. Mi corazón antes palpitante a su simple recuerdo, ahora no muestra signo alguno de recordar quien era.

Y le pido perdón, por que deje que los sueños se rompieran, como cualquier vidrio al calentarse y enfriarse rápidamente. Y aunque ella me siga esperando, creo que con el tiempo, acabará olvidandome, como yo, ya la he olvidado...

Los sueños rotos de un poeta