Mi paciencia deja sus encantos de hombre educado, de transparentes ideas antes de empezar a nevar sudor. Y entre la tormenta se esculpen las palabras de espanto que te guardo en el reloj, ese que lleva esperando tanto.
Y esos llantos en plena luz del día.
Y esas melodías que me iluminan las tardes.
Y esas letras que buscan mis noches.
Al menos nunca nos mentimos; el infierno está helado.
martes, 6 de septiembre de 2011
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