Mi paciencia deja sus encantos de hombre educado, de transparentes ideas antes de empezar a nevar sudor. Y entre la tormenta se esculpen las palabras de espanto que te guardo en el reloj, ese que lleva esperando tanto.
Y esos llantos en plena luz del día.
Y esas melodías que me iluminan las tardes.
Y esas letras que buscan mis noches.
Al menos nunca nos mentimos; el infierno está helado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario