Me prometí a mi mismo que lo dejaría. Que se acabó, que habiamos terminado.
Que había dado mucho y que había quedado resignado a un saludo, un adiós y un par de besos castos. Ni abrazos, ni simples vistazos que demuestran que ni estoy bien ni hecho pedazos. Que no tienes ni puta idea de como estoy y no te has atrevido a preguntarlo.
¿Que tal? Tirando. A amigos como tú, que no son tantos. Que después de poner los corazones barnizados en asfalto todavía tienen la modestia de decir que el mio es negro, o el suyo blanco. Sigo andando, buscando la autopista dirección a mi vida. Sigo al tanto de las despedidas, las idas y venidas, pero ni saludo cuando me voy ni me despido en las bienvenidas. Antes era divertida la ironía. Ahora no.
Ahora no tiene ni puta gracia.
jueves, 27 de enero de 2011
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