Recuerda bien extraño y envejecido lector, que añoras los libros y su olor, que tras sus letras se escondían poetas buscando una razón por la que agarrarse a los filos del mundo y no caer al tártaro realismo que es nuestra vida.
Pues las ruedas siguen siendo redondas y sus dientes nos desgarran por dentro y nos hacen trizas. Llorar nunca ha estado de más, pero nunca lo he echado de menos.
El mundo está aquí y no se ha ido nunca. Y yo tampoco. Sigo desconfiando de los poetas del fin del mundo, hijos de unas coplas de pie quebrado lamiéndose las heridas que ellos mismos se han buscado. Sigo encantado con los licores y las estrellas y hasta un par de ellas las he conseguido guardar entre mis sábanas. Sigo con las cuerdas y las palabras.
Pero no aquí, si no en este tártaro mundo de ruedas hambrientas en el que me ha tocado vivir.
jueves, 26 de enero de 2012
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