domingo, 12 de julio de 2009

La humildad de dos mundos ciegos.


Hola mundo.

Adiós sueños.

Unos ojos inocentes

La conocí entre renglones de cuadernos de plata, que murmuraban una sonrisa en cada palabra. Admitía ser sincera, pero era una de esas hipócritas de cuello vuelto con estas palabras en la boca:

Nunca te metí, no me preguntaste la verdad.

Admito que era interesante, una desconocida de la que hubiera esperado más que un sermón como el de los demás. Deseeos oscuros que saciar en una noche traviesa através de la mirada perdida en la libreta resplandeciente... que decía nunca mentir.

Pero fue así. La zorra se descubre al final del camino, cuando ya no puedes correr. Admito que me has herido y esta es la cicatriz que escribo como muestra de ello. Aunque cada vez que lo pienso, merece más la pena olvidarte en el cajón de los sintecho, de los que necesitan un consuelo blanco de pelo negro para poder dormir bien por la noche.

Yo al menos no lo busco en el brillo de unos ojos inocentes.

Conversaciones con el Diablo

-Dime, ¿que quieres?

-Nada.

-Te daré riquezas imposibles de contar, y no sólo plata oro y diamantes, si no poder para fundir la tierra, para derretir corazones, para quemar aldeas y pueblos con tan sólo un susurro. Haré que tu nombre sea recordado en cada basto recuerdo, que se grabe en cada mirada de clemencia arrastrada por los suelos. Te otorgaré poder en los cielos para rivalizar con el mismisimo Dios y las nubes serán tu colchón para las mujeres mas hermosas que desees poseer. No manarás sangre de tus heridas pues estás nunca serán inflingidas por nadie que quiera empuñar tu mundo. Serás inmortal, una leyenda que todos recordarán.

-Decir todo, es como decir nada.

-Y acaso no era nada lo que me pedías?