No sueles mirar a la cara a los problemas hasta que lo tienes justo delante, desafiantes e impasibles, como un gran muro que espera ser escalado, pues al final todos los problemas forjan un laberinto que te termina por conduciar a callejones sin salida, callejones oscuros donde te aguarda un destino tan tenebroso como el lugar dónde después de muchos pasos has ido a parar.
Y entonces, cuando entre las sombras de la falsa noche empiezas a dislumbrar a un individuo, es cuando empiezas a mirar atrás, a tus lados, tus pasos, tus manos y tus pies. Sólo entonces tomas conciencia de quién eres y de qué estás dispuesto a dar por una nueva oportunidad.
Te das cuenta de lo que has perdido por el simple hecho de nunca haber sabido que lo tenias. En el fondo lo despreciabas, no te importaba, se convirtió en ese regalo maltrecho a medioabrir que acaba en la basura junto con toda tu ilusión.
Y aunque nunca te paraste a pensarlo, aquello te daba esa libertad por la que tanto decías luchar. Te daba oportunidades que otros no tenían y tu lo despreciabas muentras seguías intentando encauzar tu vida hacia ese pasillo en el que te encuentras ahora.
Por eso estás aqui, caminante, a la espera de una nueva oportunidad para poder huir de esta malasombra. Vete si quieres, intenta curar tu libertad mientras agoniza por estas paredes. Apura tus últimos pasos, convéncete de ver el final del laberinto, la puerta brillante a una llanura despejada de todo macabro rompecabezas que turbe tu mente, donde ya no haya callejones oscuros donde te pueda emboscar.
Que sólo así descubrirás, que ya has muerto.