martes, 30 de diciembre de 2008

Un Poeta

Hace algún tiempo, para mi sólo existias una vez a la semana, una hora al día, los escasos segundos en los que sonreías cuando te hablaba, a los ojos de quien te quiere mil veces más que yo.

Él haría lo que fuera por ti, te protegería de las burlas, de los llantos, de la misma lluvia, del Sol y del viento. Él no enloquecería con tu silencio, intentaria ocupar su lugar con palabras simpáticas, amables, cariñosas.

Yo carezco de todo ello. Yo no tengo ningún paraguas con el que protegerte de la lluvia, ni puedo amedrentar al Sol para que se esconda tras la penumbra. 

Nisiquiera tengo un corazón que regalarte para decirte que te quiero, tan sólo tengo tiempo que gastar para buscar un sí, que en el fondo no quiero.

Pues soy lo que soy... y lo seguiré siendo.

Conversaciones con el Diablo

-¿Mereció la pena?

-Créeme, siempre mereció la pena, aunque mi cuerpo se enfrie y por la mañana esté taciturno, aunque por ello me ponga triste y llore por callejones oscuros, siempre merecerá la pena sentarme y escribir sobre ello, un cuento más que nadie se creerá, pero que al menos, vivirá mas que yo. Consuelo de necios, pero consuelo al fin y al cabo...

-¿Te consuela escribir?

-Vivir me consuela del saber que algún día moriré. Mas te diré una cosa, que cuando eso pase, te aseguro que no lloraré ni me amendentaré ante las puertas del infierno al saber que me esperas, pues como ya te he dicho, siempre mereció la pena.

Callejones Oscuros

No sueles mirar a la cara a los problemas hasta que lo tienes justo delante, desafiantes e impasibles, como un gran muro que espera ser escalado, pues al final todos los problemas forjan un laberinto que te termina por conduciar a callejones sin salida, callejones oscuros donde te aguarda un destino tan tenebroso como el lugar dónde después de muchos pasos has ido a parar.

Y entonces, cuando entre las sombras de la falsa noche empiezas a dislumbrar a un individuo, es cuando empiezas a mirar atrás, a tus lados, tus pasos, tus manos y tus pies. Sólo entonces tomas conciencia de quién eres y de qué estás dispuesto a dar por una nueva oportunidad.

Te das cuenta de lo que has perdido por el simple hecho de nunca haber sabido que lo tenias. En el fondo lo despreciabas,  no te importaba, se convirtió en ese regalo maltrecho a medioabrir que acaba en la basura junto con toda tu ilusión.

Y aunque nunca te paraste a pensarlo, aquello te daba esa libertad por la que tanto decías luchar. Te daba oportunidades que otros no tenían y tu lo despreciabas muentras seguías intentando encauzar tu vida hacia ese pasillo en el que te encuentras ahora.

Por eso estás aqui, caminante, a la espera de una nueva oportunidad para poder huir de esta malasombra. Vete si quieres, intenta curar tu libertad mientras agoniza por estas paredes. Apura tus últimos pasos, convéncete de ver el final del laberinto, la puerta brillante a una llanura despejada de todo macabro rompecabezas que turbe tu mente, donde ya no haya callejones oscuros donde te pueda emboscar.

Que sólo así descubrirás, que ya has muerto.