Antaño por un par de monedas
una sonrisa y un papel
compré un sueño escrito
de esos que ya nadie lee
Pues ahora lo que importa
es tener un buen televisor
pantalla plana, sonido estéreo
y cuanto mas grande mejor
Ya nadie recuerda su primer libro
ni en la historia que lo embarcó
tan sólo recuerda el diminuto vestigio
de unas pastas gastadas en el fondo del cajón
Pero pasaron los buenos tiempos
la juventud, ya se escapó
mis ojos yacen ahora ciegos
y mi unico consuelo es el alcohol
Y buscando nada para pasar el tiempo
ese que casi me mata y me llevó a la vejez
encuentro con unas manos gastadas
en lo más hondo de mis recuerdos, un libro de papel
Ese que dejé ahí tirado
ese que ya nunca podré ver
ese que el tiempo ha gastado
de esos, que ya nadie lee
jueves, 17 de abril de 2008
El Barrio del Mendigo
Y ahora, impotente, miro las hojas manchadas por lágrimas y sangre...
Todo empezó hará un par de meses, cuando la conocí. No me molesté demasiado en caerle bien, en ser simpático o tan siquiera educado. Simplemente, en el Barrio del Mendigo no se fingía ser nada, pues bastaba tu sola presencia allí para saber qué eras: unas manos curtidas, una espalda cansada.
Se presentaba una muchacha ante mi de pelo castaño y lacio, recién llegada de una gran ciudad. Me pidió amablemente que le llevará las maletas, mientras sonrientemente me explicaba que llevaba horas viajando y estaba muy cansada.
Así la conocí... por un par de monedas y una sonrisa. Mientras la acompañaba a la parte nueva de la ciudad, me fue contando su historia. Era escritora y se venía a la ciudad para presentar públicamente el último de sus libros. Aún así, decía no estar muy convencida del éxito de este último.
Y mientras seguiamos andando, ella hablaba inocentemente mientras yo la escuchaba pacientemente pero a la vez atento a todo. Fue al pasar por la Esquina de Tela dónde surgieron los problemas.
Pues en el Barrio del Mendigo no hay día en que no se raje un cuello, se viole un sueño o se rompan algunos huesos. Vida dura, para gente dura. Acabé en el suelo, roto y medio muerto. Pero eso sí, no le tocaron un pelo y apesar de todos los golpes, yo sonreía por dentro al observar el macabro triunfo que me había ofrecido el destino.
Me levanté, aún sin saber cómo y terminé de guiarla por las calles hasta el barrio nuevo. Hasta la gran ciudad. Una ciudad demasiado grande, para alguien como yo. Nosotros trabajamos en las fábricas, alejadas de la ciudad para que ésta no se vea afectada por el negro humo que la hace funcionar.
Y ya me iba a dar la vuelta, para no volverla a ver más, cuando me dio un simple beso en la mejilla y me dió las gracias otra vez con esa bonita sonrisa en su cara. Y entonces ella hechó a andar hasta perderse entre los edificios de mármol pulido y blanco.
Pasó mucho tiempo, un tiempo de grandes cambios políticos. Antes no me hubiera importado, o tan siquiera enterado, pues en el Barrio del Mendigo la única política que existía era la que afilabas todas las noches y llevabas debajo de la manga.
Pero me bastó ver aquella foto en el periódico arrugado para entender a que se referían con "cambios políticos". Su sonrisa se había desvanecido del rostro y sus ojos miraban perdidos hacia el horizonte. Su cabellera castaña se habia tornado oscura manchada de sangre. Lo que me costó tanto proteger en la Esquina de la Tela había sido desgarrado y explotado...
Busqué en el barrio alguien que supiera leer. Tras muchas negativas, encontré a un hombre que decía que era capaz, por un par de monedas claro... Le dí las mismas monedas que antaño ella me dió y le pedí que me explicara que había sucedido.
Había muerto por un libro, igual que vivió por muchos de ellos. Como siempre, paradojas de un mundo que nunca llegaré a comprender...
Todo empezó hará un par de meses, cuando la conocí. No me molesté demasiado en caerle bien, en ser simpático o tan siquiera educado. Simplemente, en el Barrio del Mendigo no se fingía ser nada, pues bastaba tu sola presencia allí para saber qué eras: unas manos curtidas, una espalda cansada.
Se presentaba una muchacha ante mi de pelo castaño y lacio, recién llegada de una gran ciudad. Me pidió amablemente que le llevará las maletas, mientras sonrientemente me explicaba que llevaba horas viajando y estaba muy cansada.
Así la conocí... por un par de monedas y una sonrisa. Mientras la acompañaba a la parte nueva de la ciudad, me fue contando su historia. Era escritora y se venía a la ciudad para presentar públicamente el último de sus libros. Aún así, decía no estar muy convencida del éxito de este último.
Y mientras seguiamos andando, ella hablaba inocentemente mientras yo la escuchaba pacientemente pero a la vez atento a todo. Fue al pasar por la Esquina de Tela dónde surgieron los problemas.
Pues en el Barrio del Mendigo no hay día en que no se raje un cuello, se viole un sueño o se rompan algunos huesos. Vida dura, para gente dura. Acabé en el suelo, roto y medio muerto. Pero eso sí, no le tocaron un pelo y apesar de todos los golpes, yo sonreía por dentro al observar el macabro triunfo que me había ofrecido el destino.
Me levanté, aún sin saber cómo y terminé de guiarla por las calles hasta el barrio nuevo. Hasta la gran ciudad. Una ciudad demasiado grande, para alguien como yo. Nosotros trabajamos en las fábricas, alejadas de la ciudad para que ésta no se vea afectada por el negro humo que la hace funcionar.
Y ya me iba a dar la vuelta, para no volverla a ver más, cuando me dio un simple beso en la mejilla y me dió las gracias otra vez con esa bonita sonrisa en su cara. Y entonces ella hechó a andar hasta perderse entre los edificios de mármol pulido y blanco.
Pasó mucho tiempo, un tiempo de grandes cambios políticos. Antes no me hubiera importado, o tan siquiera enterado, pues en el Barrio del Mendigo la única política que existía era la que afilabas todas las noches y llevabas debajo de la manga.
Pero me bastó ver aquella foto en el periódico arrugado para entender a que se referían con "cambios políticos". Su sonrisa se había desvanecido del rostro y sus ojos miraban perdidos hacia el horizonte. Su cabellera castaña se habia tornado oscura manchada de sangre. Lo que me costó tanto proteger en la Esquina de la Tela había sido desgarrado y explotado...
Busqué en el barrio alguien que supiera leer. Tras muchas negativas, encontré a un hombre que decía que era capaz, por un par de monedas claro... Le dí las mismas monedas que antaño ella me dió y le pedí que me explicara que había sucedido.
Había muerto por un libro, igual que vivió por muchos de ellos. Como siempre, paradojas de un mundo que nunca llegaré a comprender...
domingo, 13 de abril de 2008
Por todos
Esto es, por todos mis amigos
para aquellos que vinieron
y tantos que se han ido.
Y también, por todos nuestros profesores
y sus vanos intentos
de hacernos personas mejores
Por mi colegio, creador de tantas ilusiones
esperanzas y sueños
que tan solo escribo en canciones
Y para ti, tiempo ya perdido
consumiendose entre mis manos
a la vez que respiro
A todos, a todos los que he conocido
gracias, gracias por las risas
lágrimas y suspiros...
para aquellos que vinieron
y tantos que se han ido.
Y también, por todos nuestros profesores
y sus vanos intentos
de hacernos personas mejores
Por mi colegio, creador de tantas ilusiones
esperanzas y sueños
que tan solo escribo en canciones
Y para ti, tiempo ya perdido
consumiendose entre mis manos
a la vez que respiro
A todos, a todos los que he conocido
gracias, gracias por las risas
lágrimas y suspiros...
Horizonte Betado
Por un momento, olvidé los kilometros que nos separaban y te dije, que allí estaría... como un amigo más al que espero bajo un portal, en pos de una tarde inolvidable donde lo que menos faltarían, serían risas, personas y un Sol se que se consumiera en el horizonte.
Pero luego me acordé de todo... Tú te fuiste y yo me quedé aqui... sólo.
Pero luego me acordé de todo... Tú te fuiste y yo me quedé aqui... sólo.
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