Escribo de manera peculiar para algunos, interesante para otros, inteligible para todos menos para las personas correctas que, la verdad, nunca me leen.
Escribo versos libres, para así sentirme un poquito más libre. Por eso escribo, por eso me pongo a pensar sobre algo que no existe, pero persiste en mi cabeza durante algo más de tres segundos, tiempo que me dá para poder arrastrarlo a la soledad del papel.
Pero si se me escapa, el tiempo se me acaba y no lo consigo capturar en la lejania de mi memoria (esa que nunca consigo recordar) , me guiña el ojo como diciendome "volveré".
Y aquí estoy, sentado, esperando que se acuerde de su promesa no escrita y venga a contarme que fue de su vida, esa que estuve apunto de atrapar, pero que al final dejé libre para que creciera, sobreviviera y pudiera regresar para contarme todas esas historias que olvido cada mañana por culpa de ese maldito despertador.
Conclusión: El mundo seria un lugar mas feliz sin despertadores asesinos.