sábado, 8 de marzo de 2008

Una tierra a la que llamar Hogar

Bajo el Sol Ardiente, donde la arena quema la carne blanda y el agua se evapora, allí estoy yo.

Dónde sólo a traves de siglos y siglos de quemarnos, deshidratarnos y morirnos de hambre hemos podido encontrar un hogar. Uno en el que no puede venir alguién más poderoso y quitartelo. El Sol nos proteje, la arena nos baña y la brisa nocturna nos húmedece. Por que de nada sirve estar seco de sueños. Hemos conseguido un hogar y ahora, nos toca protejerlo.

Por que hay quién también se ha adaptado a él. Alguién que no conoce el fracaso y se apodera de todo. Alguién que tiene miedo a todo y a nada. Muchos ya se han doblegado ante su voluntad, a su pueblo. Y se expanden... Desean todo, desde el peñón más alto hasta lo más oscuro del océano. Ahora quieren mi hogar, esa tierra que durante años y años han llamado infierno.

Pero no podrán con nosotros. No somos como ellos, hinchados de orgullo matandose los unos a los otros por pura codicia o placer. Nosotros no haremos como ellos, no pedíremos al pueblo que muera en tierra de nadie. Simplemente, seguiremos ahí, incluso cuando puedan pisar la arena ardiente, cuando ya su piel se halla tornado morena y sepan que llorar es el camino más fácil para la muerte.

Incluso cuando crean que ya sea suyo, seguirá siendo nuestro, por que seguiremos ahí, quemandonos, deshidratandonos y muriendo en pos de una tierra al que llamar hogar.