Me pediste que escribiera. Y aqui estoy, escribiendo palabras y frases sin sentido, como siempre. Escribo sobre mis ideales, mis sueños y pensamientos día a día. Me pregunto el porqué de las cosas, el porqué del mundo y el porqué de todo. Busco lógica, pero no es lógica lo que quiero hallar.
Sólo quería hallarte a ti, y por fin te encontré. Lejos de mi alcance, como la flor mas bella que crece en lo alto de la cascada. Yo escalaba y escalaba mientras soportaba como los demás podían tocarte y olerte. Pero yo no cese. Daba igual todo, daba igual que estuviera calado hasta los huesos, con frío, cansado, agotado, extenuado, vivo o muerto. Daba igual, todo igual.
Y durante un momento resbalé. La ropa me pesaba, mi cuerpo me ordenaba que me parase. Durante un momento, deseé caer y olvidarme de todo.
Pero ya, no siento nada, no siento frío, cansancio o duda alguna. Ya sólo puedo escuchar los pálpitos de mi corazón, que solo me dicen...
Te quiero
viernes, 25 de enero de 2008
jueves, 24 de enero de 2008
Tormenta de Esclavos
Y una vez más, el día empieza con el sonido del restallear de los látigos.
Os preguntareis quien soy, y de donde vengo. No soy nada mas que una espalda cansada y sangrante. Yo no vengo de ningun lugar. No soy nada más que herramienta de los Dioses. Mi tierra no es nada más que polvo, sudor y sangre.
Y otra vez, oigo el sonido del restallear del látigo. Hará quizas unos años, me hubiera encojido, intentado esquivarlo o simplemente, haber girado la cabeza para mirar al hombre que empuñaba mi vida... pero ya no.
Ya no hay gritos exigiendo justicia, ni libertad, ni piedad. Aquellos mismos que las gritaron les cortaron la garganta, y les dejaron caer en el olvido. Olvidados por los dioses, pero no por los hombres. Pero no aquellos hombres que viven en los palacios, en las casas o en los templos. Los que no les hemos olvidado somos nosotros. Sólo nosotros.
No pude gritar cuando le cortaron la garganta a mi hermano y a mi padre. El dolor me recorria todo el cuerpo y me hacía callar. Ni una lágrima broto de mis mejillas. Mostrar debilidad sólo significaba látigazos mas fuertes. Mostrar osadía, torturas y hambre. Exigir justicia, la muerte.
A los Dioses no se les exige justicia. A los Dioses se les adora, se les rinde pleitesia y se les sirve como cada uno puede. El sacerdote había predicho que gracias al crecimiento de la floreciente ciudad, la riada de este año sería explendida, por lo que abundaría la comida para el pueblo.
Pero no para nosotros. Nuestro único alimento es el sol que acaricia nuestra curtida piel y el agua que mece la tierra. Todos nos dicen cuando comer, cuando beber y cuando dormir. Vida dura para gente dura. Pero hasta la mayor de las pirámides se desgasta con el tiempo, para acabar siendo engullida por el basto desierto.
Y aquel día, decidí convertirme en el basto desierto que los grandes Dioses decían ser. La noche me cubría y no hice más que abrazarla para que ella misma fuera quien me guiara hasta la punta de la pirámide.
"Hijo de los Dioses, decías buscar la inmortalidad... Aquí la tienes"
Os preguntareis quien soy, y de donde vengo. No soy nada mas que una espalda cansada y sangrante. Yo no vengo de ningun lugar. No soy nada más que herramienta de los Dioses. Mi tierra no es nada más que polvo, sudor y sangre.
Y otra vez, oigo el sonido del restallear del látigo. Hará quizas unos años, me hubiera encojido, intentado esquivarlo o simplemente, haber girado la cabeza para mirar al hombre que empuñaba mi vida... pero ya no.
Ya no hay gritos exigiendo justicia, ni libertad, ni piedad. Aquellos mismos que las gritaron les cortaron la garganta, y les dejaron caer en el olvido. Olvidados por los dioses, pero no por los hombres. Pero no aquellos hombres que viven en los palacios, en las casas o en los templos. Los que no les hemos olvidado somos nosotros. Sólo nosotros.
No pude gritar cuando le cortaron la garganta a mi hermano y a mi padre. El dolor me recorria todo el cuerpo y me hacía callar. Ni una lágrima broto de mis mejillas. Mostrar debilidad sólo significaba látigazos mas fuertes. Mostrar osadía, torturas y hambre. Exigir justicia, la muerte.
A los Dioses no se les exige justicia. A los Dioses se les adora, se les rinde pleitesia y se les sirve como cada uno puede. El sacerdote había predicho que gracias al crecimiento de la floreciente ciudad, la riada de este año sería explendida, por lo que abundaría la comida para el pueblo.
Pero no para nosotros. Nuestro único alimento es el sol que acaricia nuestra curtida piel y el agua que mece la tierra. Todos nos dicen cuando comer, cuando beber y cuando dormir. Vida dura para gente dura. Pero hasta la mayor de las pirámides se desgasta con el tiempo, para acabar siendo engullida por el basto desierto.
Y aquel día, decidí convertirme en el basto desierto que los grandes Dioses decían ser. La noche me cubría y no hice más que abrazarla para que ella misma fuera quien me guiara hasta la punta de la pirámide.
"Hijo de los Dioses, decías buscar la inmortalidad... Aquí la tienes"
lunes, 21 de enero de 2008
Reyes de un Tiempo Efímero
Al principio empezó como una simple casilla más que poder marcar. Una opción más que se nos otorgaba como todas las demás. Y por azares del destino quizás, las personas adecuadas, la profesora adecuada y el momento adecuado se juntaron para revatir verdades, para luchar por continuar...
Comenzamos como pequeñas hormigas construyendo nuestro pequeño imperio. Queriamos cambiar el mundo pero ... ¿Qué hacer? Nuestra pequeña vida no daba para grandes cambios, sobretodo, en un mundo tan grande.
Fue entonces cuando decidimos, que si no podiamos cambiar nuestro mundo, nuestra verdad... haríamos que alguien la cambiase por nosotros. Mostrar al mundo, el mundo mismo.
Y nos convertimos en Reyes de un Tiempo Efímero. De todos esos omentos que pasan, siguen y continuan su camino una vez habiendose mostrado ante nuestros ojos y cojiendo un granito de nuestro inmenso desierto del tiempo.
Y de todos aquellos granitos que recogimos, surgió esto mismo que estás mirando. Míralo bien, pues como cualquiera otra duna del desierto, otro simple montoncito de arena, llega, se muestra y desaparece sin más...
Comenzamos como pequeñas hormigas construyendo nuestro pequeño imperio. Queriamos cambiar el mundo pero ... ¿Qué hacer? Nuestra pequeña vida no daba para grandes cambios, sobretodo, en un mundo tan grande.
Fue entonces cuando decidimos, que si no podiamos cambiar nuestro mundo, nuestra verdad... haríamos que alguien la cambiase por nosotros. Mostrar al mundo, el mundo mismo.
Y nos convertimos en Reyes de un Tiempo Efímero. De todos esos omentos que pasan, siguen y continuan su camino una vez habiendose mostrado ante nuestros ojos y cojiendo un granito de nuestro inmenso desierto del tiempo.
Y de todos aquellos granitos que recogimos, surgió esto mismo que estás mirando. Míralo bien, pues como cualquiera otra duna del desierto, otro simple montoncito de arena, llega, se muestra y desaparece sin más...
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