Entre hacer lo que estabamos deseando o acabar el último trago de JB. Pero los últimos tragos siempre son amargos, así que dejamos el culo del vaso a cualquier vagabundo errante e hicimos de aquel callejón nuestra cama, y de aquella noche nuestro edredón.
Ya no sabía si llorabas deseos o vodka entre tus piernas. Si tus manos se servían de las mías, si yo me servía de tu boca. Y no te equivocabas al decirme que existía calor más allá de un vaso de ginebra y una sonrisa por un par de monedas.
Frenética lucha de dos improvisados amantes, borrachos, desnudos y sin estrellas que atestigüen su felicidad, sin necesidad, de una botella.