jueves, 17 de abril de 2008

El Barrio del Mendigo

Y ahora, impotente, miro las hojas manchadas por lágrimas y sangre...

Todo empezó hará un par de meses, cuando la conocí. No me molesté demasiado en caerle bien, en ser simpático o tan siquiera educado. Simplemente, en el Barrio del Mendigo no se fingía ser nada, pues bastaba tu sola presencia allí para saber qué eras: unas manos curtidas, una espalda cansada.

Se presentaba una muchacha ante mi de pelo castaño y lacio, recién llegada de una gran ciudad. Me pidió amablemente que le llevará las maletas, mientras sonrientemente me explicaba que llevaba horas viajando y estaba muy cansada.

Así la conocí... por un par de monedas y una sonrisa. Mientras la acompañaba a la parte nueva de la ciudad, me fue contando su historia. Era escritora y se venía a la ciudad para presentar públicamente el último de sus libros. Aún así, decía no estar muy convencida del éxito de este último.

Y mientras seguiamos andando, ella hablaba inocentemente mientras yo la escuchaba pacientemente pero a la vez atento a todo. Fue al pasar por la Esquina de Tela dónde surgieron los problemas.

Pues en el Barrio del Mendigo no hay día en que no se raje un cuello, se viole un sueño o se rompan algunos huesos. Vida dura, para gente dura. Acabé en el suelo, roto y medio muerto. Pero eso sí, no le tocaron un pelo y apesar de todos los golpes, yo sonreía por dentro al observar el macabro triunfo que me había ofrecido el destino.

Me levanté, aún sin saber cómo y terminé de guiarla por las calles hasta el barrio nuevo. Hasta la gran ciudad. Una ciudad demasiado grande, para alguien como yo. Nosotros trabajamos en las fábricas, alejadas de la ciudad para que ésta no se vea afectada por el negro humo que la hace funcionar.

Y ya me iba a dar la vuelta, para no volverla a ver más, cuando me dio un simple beso en la mejilla y me dió las gracias otra vez con esa bonita sonrisa en su cara. Y entonces ella hechó a andar hasta perderse entre los edificios de mármol pulido y blanco.

Pasó mucho tiempo, un tiempo de grandes cambios políticos. Antes no me hubiera importado, o tan siquiera enterado, pues en el Barrio del Mendigo la única política que existía era la que afilabas todas las noches y llevabas debajo de la manga.

Pero me bastó ver aquella foto en el periódico arrugado para entender a que se referían con "cambios políticos". Su sonrisa se había desvanecido del rostro y sus ojos miraban perdidos hacia el horizonte. Su cabellera castaña se habia tornado oscura manchada de sangre. Lo que me costó tanto proteger en la Esquina de la Tela había sido desgarrado y explotado...

Busqué en el barrio alguien que supiera leer. Tras muchas negativas, encontré a un hombre que decía que era capaz, por un par de monedas claro... Le dí las mismas monedas que antaño ella me dió y le pedí que me explicara que había sucedido.

Había muerto por un libro, igual que vivió por muchos de ellos. Como siempre, paradojas de un mundo que nunca llegaré a comprender...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fascinante...

Te diria mas pero no tengo palabras.