El Sol da vueltas en el horizonte mientras las horas pasan. No descansa. No toma bocadillo al mediodía, no se va a almozar con su familia. El único recuerdo para sus hijos es una nota en la nevera para que sepan que meteran hoy en el microondas.
Y después de muchas horas aguantando pisotones de los que se creen superiores por tener un papelito que dice que saben algo, llega a su hogar. Con el cuerpo destrozado y la mirada casi perdida arropa a sus hijos que luchan contra el día a día.
Luego le espera en la cama un desconocido, un reflejo de quién la abraza en los retratos antiguos. Ese sentimiento en el pecho se ha ido ahogando poco a poco a golpe de whisky, bronca y borrachera.
Ella solamente espera seguir, así, tal y como está. Es capaz de campear un temporal, de bucear entre las olas mas grandes y de ahogarse con tal de mantener todo a flote. Todo por lo que a luchado, aunque su corazón agotado ya le pida descansar.
Se convirtió en la reina del fracaso, la virgen de los llantos, la dueña de los atascos y la maestra de las excusas. Pero ella es, en verdad, el gran sueño afilado que corta la realidad.

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