La realidad se paga con unas monedas de plata que sirven de llavero para la puerta del mundo que algunos logran sostener.
El poder se tiñe de todos los colores una vez alcanzado el precio, y se mide en la balanza de una justicia muerta por su propia espada.
Pero la verdadera muerte se encuentra entre la gente que no hace nada, convertidos en puertas demasiado abiertas al tintineo de las monedas, que nos sostienen en la fina balanza entre la culpa y la complicidad.
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