jueves, 5 de abril de 2012

Jaulas

Un negro abrazo le acogió tras cerrarse la puerta a sus espaldas. O mejor dicho, sus pies, pues reposaba en la mugrienta incosciencia del dolor. Cuando los cardenales son negro. Negro carbón.

Y sin decir cuando se despertó, o si en algún momento lo había hecho, se sentó en el estrecho margen marcado por el hormigón. Apoyó sus manos y empezó a leer lo que había pasado.

Y se quedó pensando...


Los puñales más afilados son los cortos y rápidos. Los que te meten en un callejón. Los que van directamente al cuello. Hay algunos que ni siquiera los ves. Son tan invisibles como la mano de quien los empuña. Y a veces, no hace falta ni callejón. Ni puñal. Ni nada. A veces es un golpe tan certero como sólo lo puede ser una palabra.

"Basta"

Todo lo demás, se quedó en aquella jaula, 
esperando otra historia que abrazar.

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