Después de haber gastado estos meses con el mismo nombre que las veces que olvidamos las entrañas y dejamos sentir las pieles, me he vuelto a encontrar con la demencia que descansa siempre en mi colchón y sólo me habla cuando desisto.
Y me saluda cada mañana como si no me hubiera visto.
Y me da lástima ver lo que fue ella y lo que yo he sido.
Y seré.
Y soy.
Y sigo.
Al fin y al cabo, todos somos nostalgia.
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