Es que... ¿hay otra manera de expresarlo con más certeza? Agotado, extenuado. Pero no, mis fuerzas aún no se han agotado, mi voluntad aun no está extenuada. Aún no, mas disminuye peligrosamente.
Mi fuerza... mi voluntad...¿todo ello para que sirve? ¿Con qué fin? ¿Para qué fin? Alguien dijo que lo único que no sabia era que no sabia nada. Y yo lo único que se, es que quiero saber el saber de las cosas. El dar una respuesta a tantos enigmas. Pero una respuesta que no sea, el reflejo del ignorante.
Todo el mundo se a enfrentado al reflejo del ignorante. Hay quién ha preferido ver el reflejo que este le ofrecía. Hay quién ha preferido no mirarlo, y aceptar el reflejo sin más. Hay tantas personas. Tantas y tantas, y cada una tan y tan diferente, a la vez que parecida. Pero el reflejo brilla y atrae a las personas temerosas de caerse. Temerosas de no poder caminar sólas, de necesitar palabras bonitas ante el espejo. Ante un espejo que te mira, y sabe lo que quiere, lo que necesitas. Lo que todos necesitan, pero que no todos quieren.
Por que no quieren palabras bonitas, que esconden verdades inquietantes. Sólo quieren la verdad. Y la verdad no es algo que se pueda encontrar en un sitio, claro que no. La verdad se encuentra dispersa en todo el mundo. Cada persona guarda un pequeñisimo fragmento de la verdad absoluta. Aquella que rige el mundo de los hombres. Pero esta verdad se ha fragmentado. Mucha gente a dejado de lado a otra mucha gente, para crear su verdad absoluta.
Pero, ¿para qué queremos la verdad absoluta? ¿Para poder decir a la gente qué hacer, si están equivocados, o si lo que hacen es correcto? Yo no quiero verdades absolutas, ni espejos, ni palabras bonitas. Yo solo quiero vivir, para no llegar a la muerte, sabiendo que no he vivido.
Simplemente, Carpe Diem
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