Los dioses hicieron la tierra para que todos los hombres la compartieran. Pero luego vienen los reyes, con sus coronas y sus espadas de acero y dicen que todo es suyo. Los árboles son míos, dicen, no os podeis comer las manzanas. El arroyo es mío, aquí no podeis pescar. El bosque es mio, nada de cazar. Mi tierra, mi agua, mi castillo, mi hija... No les pongas las manos encima o te las corto, pero a lo mejor si te arrodillas delante de mí te dejo que lo olisquees. Decís que somos ladrones, pero al menos un ladrón tiene que ser valiente, astuto y rápido. Para arrodillarse solo hacen falta rodillas.
Si tenemos que morir, moriremos. Todos los hombres mueren. Pero antes vamos a vivir.
La Canción de Hielo y Fuego - G. G. Martin
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