Siempre allí, inalcanzable, invisible ante ojos novatos, inocentes, pero no excentos de curiosidad. Ojos que no entienden, pero que no son ciegos.
Sólo son ojos que ignoran las verdades que les rodean. Ojos que ignoran, el mundo simple.
Pero algún día esos ojos brillaran, y podrán palpar las injustas verdades que les rodean. Entonces, y durante sólo un momento, desearán volver a poder ignorarlas. Pero ya será demasiado tarde. El mundo los deslumbró y sus pupilas se empequeñecieron tanto como su voluntad.
Y ahora, esos ojos se reflejan en una vieja botella de ron, donde ciegos, intentan olvidar lo que nunca debieron haber visto.
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