Sale el Sol por el horizonte. Detrás de mi, el mundo entero.
Un mundo lleno de guerras, de muerte, de incertidumbre ante todos y ante nadie. Los ricos, se hacen mas ricos junto con los pobres, que se hacen más pobre. Putas paradojas del mundo... siempre tan crueles como reales. ¿Para qué luche tanto por un mundo libre? Lo único para lo que sirvió dar libertad fue para que la tomaran unos pocos y la violaran por turnos y en grupo.
Ahora, por camino de cabras y bandidos, abandono ese mundo por el que tanto luché, con una lista en mano. La lista de todos aquellos que murieron por ese ideal. Mis amigos, mis compañeros, o al menos, gente que luchaba contra la corriente insaciable del todo o nada. ¿De que sirvió?
No lo sé, pero repetir una y otra vez las mismas palabras sí que no me servirá. Están muertos, simplemente. Su "larga vida" duró menos de lo que hubieran querido y más de lo que hubieran pedido. No pidieron nada. Inquebrantables, imbatibles y simplemente, únicos. Todas sus penas ya pasaron... ahora donde estén vivirán felices, o quizás sólo es que no viven y por eso son felices.
Caminando, despacio y deprisa. Soñando con qué mas hallá del horizonte, me espera algo mejor. Guiado por la Luna, cegado por el Sol. Siempre el mismo camino, camino de bandidos, camino sin conocer. Hasta poder estar al final de la lista, junto con todos mis compañeros...
Caminé hasta llegar a dónde nunca pude. La Ruta de las Lágrimas se abría ante mí, ante mis ojos, ante mi mente, ante mi corazón marchito. Llegué hasta el borde, donde se habría el Nuevo Mundo que tanto buscaba.
Y después de tantas puestas de soles, de tantos bandidos tendidos en el suelo sangrantes de odio, de soportar el peso de la soledad en mis espaldas, salté y por un momento, el último momento de mi vida, volé, soñé y realmente, pude ver el Nuevo Mundo que tanto buscaba, para acabar ahogando las penas con sudor, lágrimas y conmigo mismo.
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