Hace tiempo dejé de mirar la Luna.
Mis ojos se encontraron con alguien que podia amar de manera no platónica. Toda mi atención se centró en ella, olvidandome de la Luna, que seguía saliendo a paser sola entre las nubes de mi egocentrismo.
Las luces de la ciudad nos rodearon y bebidas de colores daban sabor a nuestras bocas. La ropa fue destapando poco a poco todos nuestros secretos y en una noche sin Luna, terminamos por desahogar ese deseo que nadie nombra en voz alta, si no al oido de la persona que cree que ama.
Pero todos los días amanece y los rayos del Sol son capaces de desenmascarar hasta la mejor de las mentiras.
Y después de eso, dolor. Mucho dolor. Lágrimas ácidas, mareo, cansancio y muy pocas ganas de vivir.
Y entre esa sangría de sentimientos, van pasando las horas hasta que me doy cuenta de que el Sol ya se a ocultado de nuevo y de que la Luna sigue brillando en el cielo nocturno de lo que para mi era, una noche muy fría.
Ella seguía estando... y seguirá brillando por mucho tiempo que pase.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario