Buscas la función que da sentido a tu vida. Pendiente negativa, sin puntos de inflexión. No es integrable. Nadie la derivó. Sólo se estudia su creciente monotonía limitada por el número dos, una asíntota inexpugnable que te impide continuar.
Y te vas, en busca de tu función de estado: latente, apagado y buscas la ecuación de estado de un gas que no es tan ideal como a todos nos gustaría, pero que te ayuda a soportar la entropía de tu habitación.
Tu mesa es el concepto antagónico del cosmos y tu trabajo de Socrates yace desangrado en la papelera. Descubriste que tu héroe murió encicutado y hasta un pavo tiró por tierra tu teoría inductivista del siempre suspenso.
Pues siempre te quedará decidir si afrontar las noches con café y cocacola o quedarte por la mañana a solas en la sala de los fracasos, que es el baño, donde nunca podrás llegar a entender estas palabras.
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