Cuando las palabras estén de más y basten las manos atadas en la espalda, empezará esa conversación que no terminará ni con mil lunas de abril. Me esconderé en tu escote de caramelo y tallaré bellezas en lo que ya es bello.
Perfilaré un vaso donde bebernos a ratos los tragos de mil que nos babeamos. Y cuando las abejas piquen de celosas, no esperes ansiosa que quiera batalla. Esta noche, sólo soy paz entre tus caras de cosquillas que buscan tranquilas el juego inocente, la calma de la noche serena que nos brinda la oportunidad de no mirar el reloj que se ahoga en tu muñeca.
Hoy tu muñeca, soy yo; no crezcas, no madures, y juega conmigo para siempre esta danza de rosas y espadas que te escribo sin descuidar.
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