Descubriste una grieta en mis pensamientos, la materia oscura que formaba mi mundo, siempre escaso de todo lo demás. Y como cualquier física, no lo dejaste escapar. Hiciste una ley que estaba obligado a cumplir: palabras contra realidad.
Llevo toda mi vida perdiendo esa batalla.
Y por ti, me rindo portando bandera blanca. Te dejo escribir la historia, te ofrezco las almas que murieron en el campo de batalla y prometo no volver a usarlas nunca más.
Pero no basta... y un hongo crece entra la lluvia ácida de lágrimas que no tengo valor de mostrarte más allá de este papel.

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