martes, 14 de septiembre de 2010

El museo

Buenas noches, caballeros y no tan caballeros, señores del anonimato con lengua de serpiente y rabo de toro que admirais la obra que hoy os conduce por este museo. Contemplad vuestros sueños impresos en los tapices de la historia.

Antaño quizás hubiera entonado una historia al calor de esta hoguera y la botella que hoy os comparto, narrando al soldado que nunca fue nombrado, del aliento que todos poseemos hasta que nos lo arrancan del cuello y nos lo vuelven a hacer tragar.

[ Olvidé vomitar en vuestras entrañas ]

Y no me hubiera faltado razón al nombrar al ser superior y a todos sus grandísimos muertos. Todos han muerto por error, más ninguno cayó en el acierto de colgarse por el pezcuezo y dejar vivir a los nuestros.

[ ¿Reza el diablo? ¿Busca el silencio? ]

Pero ya pasaron esos tiempos en los que puño en mano se defendía la libertad, actualmente desaparecida, prostituida como todo lo demás. Comida por la envidia, la lujuria y la pereza va perdiendo la belleza que antiguamente la caracterizaba y deja sólo un rastro de maquillaje en la entrada de una orilla, en dónde una patera se ahoga, como todas las demás.

[ La esperanza no flota... ]

Mientras tanto, vais alejando al mundo mientras lo acercais cada vez más. Vais masificandolo, comprimiéndolo en vuestro afán de protagonismo. Todos queríamos papel y guión pero cerrasteis el teatro y aquello quedó como otra anecdota que contar a las palomas del parque.

[ Alas portadoras de enfermedades... ]

Y caminais, como impresionistas apartados de la vida. No sois ni el pintor ni la pintura imprimida pero sin vosotros, no habría maravillas. Os sentais en un sillón mientras trazan nuestras vidas y decidis si somos obras de arte o simples baratijas. Después, basta con una subasta que encuentre al mejor postor.

[ ...que vive en un sillón, maquinando nuestro rincón en este museo ]

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