Encontramos lo que decidimos buscar. Quizás un cadilac que nos lleve a un bar, con el tito Jack y un par de hielos, que deshacen el ritmo de tu anhelo que busca por encontrar casualidad en esta noche de desvelos.
De echos de menos y palabras de más.
Por que si cogiste aquel coche fue por que nada de lo que dejaste atrás te importaba. O les importabas. Si no fuera porque ya no tendrán nada que contarse, seguramente sólo quedaría el atisbo de un ping sin pong que responderle. Y los vomitos de un pelele que aún así, es hasta buena persona.
Pues estás tomando güisqui por que no encontraste ginebra. Por que no hay quien se la beba. Por que quien se la bebe no es quien querías que fuera. Y todos le quitan importancia por que la bebida es eterna entre nuestras secuelas de semanas enteras, dónde los pasos de borrachos ya no pisan las aceras y nadie duerme en un banco.
Pues lo único que queda es un llanto vomitando güisqui barato (o no tanto) en tu ausencia. Y no lo sientes tanto por los que llegaron si no más por los que siempre estuvieron ahí y parece que se han derretido entre el débil crujir de sus últimos par de hielos.
Que remedio, siempre puedes exigir el libro de quejas y creer que me importa una mierda qué escribiste.
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