jueves, 19 de mayo de 2011

Consuelo

Conformate con su reflejo. Usa los dedos con el espejo.

Todo es perfecto, sabes que es perfecto. En tu mente no ahi defectos ni trayectos que nunca acaban. Ya no hay madrugadas ni botellas tiradas en tu estómago vacío. No hay esperas de reloj ni cafés fríos que ya no saben a nada. Te has tirado al vacío y has dejado de buscar en explanadas a tu principe azul entre medias de tanto negro sin sentido.

Todo está en silencio o quizás ya te lo estás inventando. Es el primer paso, cerrar los ojos, abrir los labios y convencerte de que no había más que silencio, nada que hablar. De que lo que ibas buscando quedó atrás y te ha dejado tirado por otra más, quizás mas rubia, más flaca, mas simpática o simplemente, con unas turgentes y una minifalda.

Y ahora te amas, como él nunca lo hizo, y consigues romper el hechizo de su silencio. Susurras su nombre e invocas su cuerpo mientras conjuras el tuyo entre el sudor de tus pechos. Él no los queria y ahora no tienen dueño. Son libres y se mueven al compás de tus dedos, entre entusiasmo y espasmos abiertos.

Rozas la navaja de su cuerpo, pero ahora solo es una fantasía, un objeto que según cabría esperar, podía ser igual de falso que el resto. Sin aquella mirada callada y aquellos ojos ámbar, su esencia se diluía entre tus muslos de ganas por ahogar lo poco que quedaba de él en tu alma. Y ya quedaba poco.

Ya quedaba nada, pues metida en en ritmo despierto, tu mente olvida con acierto que necesita estar, palpitar, encontrar un aliento que compartir despiertos. El momento se alarga con el intenso placer de tenerlo agonizando en tu cuerpo.

Y apuras su recuerdo con un cigarro que lleva escrito su nombre y se consume entre tus labios que saben que ya nunca los volverá a tener.

No hay comentarios: