Esa Andalucía que se esconde abajo,
que aprendió entre sus llantos
a reír pobre y austera
con su deje amargo en la cartera
y su risa profunda y ruidosa
rompe el silencio de partituras negras
en un torrente de sentíos
que de no ser costumbre, asusta.
Y se llama flamenco.
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