martes, 6 de mayo de 2008

Esperando su Regreso

No sé que son, sólo se que se extienden...

Todavía me arrepiento de haber acatado aquellas malditas ordenes de diligentes sin más sentido común del de aparentar credibilidad ante los ojos pendientes de una diminuta grieta donde colarse. Malditos confederados... y pensar que hubo algún tiempo en que trabajé con ellos...

Trabajamos para ellos. Nosotros dos... juntos, por controlar lo que, quizás nuestra ignorancia o nuestro orgullo no nos hizo ver; eran incontrolables. Pero no sólo incontrolables, si no infinitamente superiores.

Se nos planteaba por fin un dilema largamente cuestionado...¿Quién podía más? Como siempre, el tiempo nos dió una respuesta, manchada de sangre de todos los colores.

Y me la arrebataron. O peor aún, devoraron hasta lo más profundo de su interior y dejaron su cascara vacía para que la vistiera otra cosa totalmente diferente. Algo que ni ellos mismos pudieron controlar. Pimero alimentas a la bestia, luego la enseñas a cazar y cuando el alimento escasea, acaba cazandote a ti.

Parece que el mismo destino se reía de nosotros cada vez que planeabamos algo para intentar evitarlo. Derrota tras derrota, nos van haciendo retroceder... pero ya no estamos sólos. Retrocedemos juntos, pero retrocedemos.

Y partimos reglas, antiguas diferencias y todo lo que nos hechan encima. Luchamos juntos y descubrimos que no importa de que color sea la sangre, que vamos a tener que derramar mucha para ganar.

El precio de lo que llamaron victoria fue muy alto. Pero no, no habíamos ganado, los habíamos parado... siguen ahí y tarde o temprano acabarían por volver a despertarse.

Y aquí sigo, sentado mientras desde el grueso crista espero a que de la inmensidad del espacio surja algo. A que vuelva, junto con todos los demás a reclamar todo. A que por fin se rompa el silencio y terminen de destrozar lo poco que dejaron.

A mirarla por un momento a los ojos, y decirle, que apesar de todo, aún la quiero...

Jim Raynor, Capitán de la Hyperion


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