Buscaba un sustento en mitad de la noche cuando vi a mi Granada oscura, silenciosa, pendiente de cosas que apenas duran una calada y se disuelven en el anochecer más tardío, cuando la ciudad se lava con el rocío y se seca con el amanecer.
En esta tierra di mis primeros pasos. Pero los pasos no se miden en pies ni en nada tangible. Buscaba una ecuación que los hiciera predecibles, pero siempre acababa dándolos justo antes o después del momento que me indicaban.
Y me caía.
Y me levantaba.
En Granada, siempre en Granada.
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