Ahora quizás, debiera estar estudiando unos garabatos que no me servirán, de gente que vivió y murió hace décadas. Debo estudiar su legado, su vida. La vida de grandes hombres dedicados a la humanidad, y que su gran vida se resume en un folio de números y letras.
Números y letras, que no tienen que ver nada con la realidad.
Sentir que tiene frío y abrazarla. Eso es realidad. Que la noche oscura nos muestre los garabatos que nunca quisimos estudiar, para que los contemplemos pacientes, disfrutando de cada destello de luz mientras nos roba el calor por admirar las maravillas que nos ofrece.
Ver sus ojos y no parpadear. Eso es realidad. Que la misma noche que nos roba el calor, acabe desvaneciendose ante el brillo de quien más que ella a podido brillar. Brillar con ojos tiernos, que miran sin necesidad de juzgar, transparentes ante un agua turvia, que nunca se debió enturbiar.
Y después de abrazarla y mirarla sin parpadear, querer poder parar el tiempo, y saber, que no podrás. Que tarde o temprano, esos ojos se apagarán, caerán en el vacio y ya nadie los volverá a recordar, en los grandes libros de historia por labores ofrecidos a la humanidad.
Los recuerdos de todos ellos, no son realidad. Vivir eternamente en garabatos, no por siempre servirá, pues de nada sirve perdernos en montones de hojas sin usar.
Si no olvidas su sonrisa, sus ojos y lágrimas al despertar, nunca podras olvidarla, pues eso, es realidad.
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